¿Alguna vez te preguntaste por el sentido de tu vida?: ¿qué cosa puede valer la pena como para vivir por ella?, ¿cuál es el sueño más importante?, ¿qué esperás que sea lo más importante en los próximos cinco años?,¿qué meta futura, si pudieras lograrla, daría propósito pleno a tu vida? Son todas preguntas que se resumen en el ‘sentido de la vida’. ¿Tiene tu vida sentido, significado? La mayoría de las personas no se hacen estas preguntas, y lo que es peor, viven sin saber para qué. Paul Welter dice que el significado de la vida está compuesto por tres necesidades básicas: tener una identidad definida, un grupo de relación
y una causa por la que vivir. Y creo que tiene razón. Permitime llamar a estas tres necesidades, necesidad de identidad, de pertenencia y de propósito.
La necesidad de identidad
Nuestra vida alcanza significado cuando sabemos quiénes somos. ¿Quién sos?
Tal vez tu respuesta sea: ‘Yo soy rubio, tengo ojos celestes, mido 1,80 m, peso 80kg’.¿Eso, serás verdaderamente vos? ¿Quién sos?¿Sos un cuerpo? Hoy sabemos que nuestras células cambian por millones o se renuevan por minuto, de manera que después de siete años, no tenemos en nuestro cuerpo una célula viva de las que había en él hace siete años. Las células que conforman tu cuerpo van y vienen, se forman y mueren, pero tu yo permanece.
Si vos no sos solo tu cuerpo, ¿quién sos?¿Serás tus pensamientos? Tus pensamientos también cambian, también van y vienen. Hoy no pensás lo mismo que hace diez años,¿verdad? Tu yo es algo más que tus pensamientos. Podríamos decir que tu cuerpo y tus pensamientos son parte de tu yo, pero tu yo es mucho más. Tu mente es algo que cambia, que se mueve continuamente. La seguimos llamando ‘mi mente’, ‘mis pensamientos’, pero han cambiado. Son como las aguas de un río.
El río se llama siempre igual, aunque el río está constituido por aguas que son siempre diferentes.
¿Quién sos? ‘Bueno, mi documento de identidad dice que yo soy Fulano de Tal’. ¿Tu identidad será simplemente tu nombre? ¿Tu yo será tu nombre? Por supuesto que no, porque vos podés cambiar tu nombre sin que cambie tu yo. Con un arduo trámite en Argentina, o con una simple modificación en una computadora, en otros países, vos podés cambiar tu nombre, pero eso no significa que tu identidad, tu yo, haya cambiado.
¿Quién sos? ‘Bueno, yo soy católico apostólico romano’, o ‘yo soy judío’, o protestante, o musulmán. ¿Pero qué pasa cuando cambiás de religión? ¿Tu yo habrá cambiado? ¿Tenés un nuevo yo simplemente por haber cambiado de religión? Las religiones no pueden cambiar a nadie. Las religiones son esfuerzos humanos por intentar religarse con Dios, esfuerzos que por ser humanos nunca logran su cometido.
Lo que es peor, han servido para dividirnos y reflejar lo lejos que estamos de Dios. Como en Irlanda. Gracias a Dios parece que hoy se están poniendo de acuerdo. Pero católicos y protestantes enfrentados en una guerra civil por años y años, matando en el nombre de Cristo. Por eso Fernando Savater, el filósofo español, escribió: Cómo vivir sin Dios, y dice que la religión no es el opio de los pueblos, sino la cocaína de los pueblos. Porque en nombre de la religión, se matan unos a otros.
Nuestras religiones son solo rótulos. Etiquetas humanas con las que equivocadamente identificamos nuestro yo, sin darnos cuenta que son solo eso: etiquetas, rótulos. Como aquel joven que iba caminando por una calle en Belfast, Irlanda, y siente un revólver en la nuca y una voz que le pregunta: ‘¿Sos católico o protestante?’. El muchacho no sabía qué responder, su vida dependía de esa respuesta. Finalmente para zafar le dice: ‘Soy judío’. Y el hombre del revólver le dice: ‘Y yo soy el árabe más afortunado de toda Irlanda’.
Realmente los rótulos no importan mucho. Dedicamos mucho tiempo a reaccionar ante ellos. Identificamos los rótulos con el yo. Pero ¡qué equivocados estamos! ‘Yo soy peronista’, o ‘yo soy radical’, y pensar que daban la vida por eso. Y hoy no se sabe quiénes son, porque cuando cambiás de partido, acaso, ¿cambiás de yo? ¿Verdad que no? ¿Quién sos? Porque si no sabés quién sos, es difícil que sepas cuál es el sentido de tu vida.
¿Sabés?, la Biblia dice que vos sos imagen y semejanza de Dios. Que fuiste creado por Dios, de manera personal, sos único. Dios no es un fabricante que nos saca a todos exactamente iguales, según la matriz original. Es cierto, es verdad, que cuando Dios te creó, rompió el molde. Sos único. Dios no es un creador de sellos de goma. Vos sos tan único como tus huellas digitales, como tus ojos, como tus dientes. Sos único. No sos el resultado de un accidente, de papá y mamá. Antes que papá y mamá existieran, dice la Biblia, Dios pensó en vos. Antes de la fundación del mundo, Dios te pensó, te amó, te eligió, y luego, por medio de papá y mamá, te creó. Tu identidad reside en que Dios te creó y te eligió en amor, para vivir armoniosamente con Él. Cuando Dios tiene que definir quién sos, dice en la Biblia que sos su ‘tesorito especial’, que sos ‘la niña de sus ojos’, que sos su ‘escogido’, su ‘escogida’.
Cuando a causa de nuestra autosuficiencia, nos apartamos de Dios, entonces perdemos nuestra identidad. Ya no sabemos quiénes somos, y vagamos por el mundo sin identidad y sin sentido. No sabemos para qué estamos aquí, porque no sabemos quiénes somos. Nuestra identidad se ha deteriorado. Por eso necesitamos recuperar esa identidad original. Necesitamos volver a sentirnos en armonía con nuestro Creador. Para eso vino Cristo al mundo. Para que nosotros recuperemos nuestra identidad como imagen y semejanza de Dios. Necesitamos recobrar nuestra identidad verdadera, dejar de ser ese hombre, esa mujer que simplemente sobrevive, sin significado, sin identidad y llegar a ser una nueva persona.
La única manera de volvernos a Dios, es por medio de Cristo. Sin él, tu vida nunca tendrá identidad clara, nunca tendrá sentido. No sigas intentando alcanzar el significado de tu vida sin volver a tus raíces, a tu Creador, a tu Dios. Entregale tu vida a Cristo hoy, recibile como Señor de tu vida, entrá en una nueva armonía, a partir del reconocimiento de tu identidad auténtica en Cristo Jesús.
La necesidad de pertenencia
La vida tiene sentido solo cuando tenemos desarrollado un sentido de pertenencia. No somos seres aislados. Somos seres en relación. Cuando no tenemos claro esto, no podemos encontrarle significado a la existencia. Necesitamos pertenecer a alguien. Necesitamos ser parte de un grupo. Tener relaciones significativas. Por eso vivimos buscando aceptación de los demás. Por eso vivimos buscando reconocimiento de los que nos rodean. Por eso vivimos mendigando por un poco de amor, por un poco de cariño.
Pero ¿qué pasa cuando alguien nos desprecia, nos abandona, nos rechaza, no nos acepta, cuando perdemos a alguien? Sufrimos y seguimos sufriendo por años y años, y algunos toda la vida. Entonces, la vida dejó de tener significado. Cuando nuestro sentido de pertenencia depende de relaciones interpersonales que nos pueden fallar, que nos pueden faltar, que nos pueden dejar, que nos pueden rechazar, que nos pueden abandonar, pues entonces, nuestra vida carece de significado.
Nuestro sentido de pertenencia depende de nuestra identidad. Cuando le hemos entregado nuestra vida a Cristo, sabemos que le pertenecemos a Él. Que somos aceptados por Él. Que podemos estar seguros de su amor, de un amor que nunca nos abandonará, que nunca podremos perder. Somos amados por Dios con un amor incondicional y verdadero. Él se complace en llamarnos sus hijos. Cuando por fe le entregamos nuestra vida a Jesucristo, Dios nos recibe como sus hijos. Somos alguien para Dios. Hemos sido redimidos de ser nadie.
Esto modifica sustancialmente nuestra manera de relacionarnos con los demás. Cuando entendemos y creemos que en Cristo Jesús, Dios nos redimió de ser nadie, y que somos alguien para Dios, podemos entonces empezar a considerar a los demás como alguien. En vez de amar a los demás, porque necesitamos ser amados, en vez de ser como el gato que se autoacaricia, pasando su cuerpo por nuestra pierna, en lugar de vivir maniobrando para ver si logramos ser aceptables para los demás, podemos empezar a amar y a disfrutar de las personas, sin condicionamientos, y sin tratar de buscar afirmar nuestra personalidad en cada relación. Cuando le entregamos nuestra vida a Cristo, recibimos su amor de tal manera, que se aquietan nuestras ansiedades, y recibimos seguridad de que nunca más estaremos solos. Por eso entregale tu vida a Jesucristo hoy.
El gran desafío es que te des cuenta de que esa sensación de ser nadie que sentís, esa sensación de separación, son oportunidades para que te vuelvas a Dios para la ratificación de tu valía, de tu sentido y significado. El gran reto hoy es que te sobrepongas a la tendencia de buscar en otros la autocomprobación de tu sentido, de tu firmeza personal.
Pero la pertenencia tiene también un sentido horizontal. La falta de pertenencia nos hace sentir como extranjeros, como personas que no tienen derecho a los privilegios de los ciudadanos. Así nos sentimos en la vida, como ciudadanos de segunda, aun cuando seamos personas exitosas. Porque a veces nos movemos en ámbitos tan competitivos, que estamos rodeados de muchas personas, pero no tenemos a nadie en quien confiar, con quien abrirnos, a quien contarle nuestras necesidades, y con quien compartir nuestra espiritualidad.
Por eso Dios en su plan para nosotros ha determinado que no desarrollemos nuestra dimensión espiritual como seres aislados, separados, solitarios, sino que cristianismo es comunidad, una comunidad de aceptación, en donde afirmemos nuestro sentido de pertenencia, y nos apoyemos unos a otros. Así lo expresa San Pablo:
Por eso, ustedes ya no son extranjeros, ya no están fuera de su tierra, sino que ahora comparten con el pueblo santo los mismos derechos, y son miembros de la familia de Dios.
Lo que el texto dice es que en el plan de Dios su voluntad es que no vivamos como extranjeros de la vida, sin sentido de pertenencia, como kelpers, ciudadanos de segunda de la vida, sino que cuando recibimos a Cristo como nuestro Señor, él nos hace miembros de una familia, la familia de Dios. Eso es la iglesia, la familia de Dios. Claro, entre lo que la Biblia dice y lo que muchas veces entendemos que es la iglesia, generalmente hay diferencia. Para muchos la iglesia es una institución. Pero no es eso lo que la Biblia enseña, ni es la voluntad de Dios. Para otros, iglesia es un edificio. Pero los primeros cristianos no tenían templos, pero sí eran iglesia. Iglesia es la familia de Dios, que se reúne en un lugar o en varios, pero que no tiene primeramente un carácter institucional, sino relacional. Por eso todas las figuras que la Biblia usa para hablar de iglesia son todas relacionales: familia de Dios, pueblo de Dios, cuerpo.
Es cierto que hay quienes huyen del tema iglesia, porque han tenido experiencias negativas en el pasado. Pero que hayas tenido esa experiencia no significa que no necesites de esa familia espiritual, ni tampoco significa que necesariamente vayas a tener otras experiencias negativas.
Dice San Pablo que esa familia es como un edificio que se va levantando, edificando, en donde tenemos que estar unidos para llegar a ser como si fuera un templo en el cual habita Dios por medio de su Espíritu. Claro, porque todos necesitamos ser edificados. Para eso está la iglesia. Y yo quiero ofrecerte, querido lector, que te integres a nuestra familia de fe. Nos reunimos en la calle Estados Unidos 1273. En la página 8 podés ver los horarios según tus necesidades. Allí yo enseño la Palabra de Dios, el manual del Fabricante para que vos puedas vivir sabiamente. Allí oramos por las necesidades de las personas. Allí adoramos a Dios. Ese es el mejor medio para ser edificados. La Biblia dice:Sigamos confiando en que Dios nos salvará, y no dudemos ni un momento, porque él cumplirá lo que prometió. Tratemos de ayudarnos unos a otros, y de amarnos y hacer lo bueno. No dejemos de reunirnos, como hacen algunos. Al contrario, animémonos cada vez más a seguir confiando en Dios, y más aun cuando ya vemos que se acerca el día en que el Señor juzgará a todo el mundo.
El congregarnos es un imperativo si queremos vivir bien. Por eso el ideal es compartir juntos los domingos, a las 10.30 o a las 19.00, que son los encuentros donde nos juntamos toda la familia de la fe. Y queremos que vos puedas sentirte parte, porque no se alcanza el sentido sin sentido de pertenencia.
La necesidad de propósito
El sentido de la vida depende también de tener una causa por la que vivir. Viktor Frankl, el psicólogo más importante de lasúltimas décadas, fue un prisionero de guerra durante la Segunda Guerra Mundial. Y allí,
en el campo de concentración, se preguntaba por qué algunos pudieron sobrellevar la brutalidad del campo de concentración y llegaban a ser personas sanas que regalaban su comida a los enfermos, mientras que otros hurtaban comida, se atracaban ellos solos y patéticamente se desplomaban. Observando a sus compañeros presos, descubrió que algunos crecían, no porque sufrieran menos, sino porque tenían una razón para vivir y para padecer ese sufrimiento. A pesar de las torturas, se aferraban a la vida porque sus vidas tenían una razón, y entonces tenían sentido.
Quizás, vos me digas: ‘El solo pensar en el futuro me aterra. No me pongo metas, por miedo al fracaso. Mi vida no tiene sentido, ni significado, porque soy un fracasado’. El propio Frankl trazaba dos líneas. Una que va del fracaso al éxito. Y otra, en un plano totalmente diferente, que va del vacío al sentido, al significado.
Uno puede estar bien a la derecha en la línea del éxito, es decir, ser una persona exitosa, y sentirse vacía. En realidad la mayoría de las personas experimentan un profundo vacío al alcanzar el éxito. Sienten que aquello por lo que lucharon tanto, ahora ya lo tienen y se preguntan: ‘Y ahora, ¿qué de mi vida?’.
Así como tener éxito no significa tener significado o sentido en la vida, de la misma manera el haber experimentado algún fracaso no significa que tu vida no pueda tener significado. Si te pregunto qué esperás que sea lo más importante en los próximos cinco años de tu vida, o qué meta tenés por delante, me refiero no tanto a la coordenada fracaso/éxito, sino a la coordenada vacío/sentido.
Hay metas que son muy importantes, que tienen que ver con tu carrera, con tu vocación, con si te vas casar o no, con tu trabajo. Uno jamás debe dejar librado al azar estos temas. Debe ponerlos en las manos de Dios y buscar su guía para planificar su futuro. Estas metas son importantes, pero secundarias. El alcanzarlas no completa la vida. El lograr un título, culminar una carrera es algo muy importante, pero secundario. No completa tu vida, si no todos los profesionales serían las personas más felices del mundo. Un noviazgo, un matrimonio, un trabajo, un estudio. Todo es muy importante, pero secundario. Si no todos los casados serían felices, y los ocupados tendrían todos sentido de realización, o sus vidas tendrían significado.
Estas metas son importantes, pero cuando las alcanzás, cuando sos un exitoso, ¿qué? Tu vida sigue vacía. Y cuando no las alcanzás,¿qué? Sos alguien que se siente no sólo un fracasado sino vacío. Pero lo que quiero que pienses, no importa si sos exitoso o fracasado, es en la coordenada vacío, sentido. Vos, que sos un exitoso, estás en mejores condiciones que el resto de entender esto.
Vos, que triunfaste o triunfás en tus estudios, en tu profesión, en tus negocios, en tu vida económica, en tu vida afectiva, sabés bien que el éxito no alcanza para que la vida tenga sentido. Vos estás en mejores condiciones, porque ya no perseguís la falsa idea de que el éxito va a darte sentido. Pero a vos, que te sentís un fracasado, quiero decirte que el haber experimentado algún fracaso no significa que tu vida no pueda tener significado. Muchos no alcanzan nunca significado para sus vidas porque se equivocan de coordenada.
El sentido está únicamente en Cristo. Si no lo tenés manejándote, entregale tu vida aÉl hoy. Si vos sos un exitoso, cambiá ahora de coordenada y buscá hoy el sentido para tu vida. Si sos alguien que fracasó afectiva, económica o vocacionalmente, no te quedes paralizado en tu fracaso. Usá tu fracaso y tu sufrimiento para alcanzar el sentido para tu vida.
¡Hay una persona que le da sentido a nuestra vida! Cristo. Basta de apatía, basta de conformismo, basta de sobrevivir, basta de vivir la caricatura de una vida plena.
Tu identidad es Cristo, tu pertenencia es Cristo, tu propósito es Cristo. Él es el que da sentido a tu vida. Quiero que sepas que no fuiste creado por Dios para vivir simplemente del trabajo a casa y de casa al trabajo. O simplemente para hacer dinero, o para tener una familia, o un título. Todos esos son regalos de Dios, medios que él te da para que vivas con plenitud. Porque el propósito de Jesús es que vivas abundantemente. |
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