LOS MEDIOS y el pensamiento crítico – por Isabel Expósito

“Pobre, lo que se dice pobres, son los que no tienen más libertad que la libertad de elegir entre un canal y otro” Eduardo Galeano

¿Qué ha cambiado más en las últimas cuatro décadas, el mundo o las maneras de mirarlo? En realidad en tiempos de hiper información, vidas mediáticas y televidentes compulsivos, no parece haber diferencia entre una cosa y otra. Para la gran mayoría de los habitantes de las grandes ciudades, no hay más mundo que el que registra la mirada, y no hay máquinas de mirar más poderosas y universales que los medios de comunicación. Los valores que antes teníamos como soporte de toda una sociedad se desvanecen y se instalan otras miradas “legalizadas” por el solo hecho de aparecer en la televisión. De esta manera, vemos que los medios influyen en la sociedad, pero podemos observar, no sin cierta alarma, que los medios son la sociedad, representan y difunden, absorben y ponen en circulación la versión de sociedad aceptada por la mayoría, la que se reproduce en el llamado sentido común.

Los medios de comunicación están en todas partes, por eso la respuesta a la segunda pregunta es negativa, no, no podemos aislarnos. Hay canales que transmiten noticias las 24hs, sitios web de información y entretenimiento, flashes en las pantallas de las estaciones de subte, dentro de los colectivos y en los celulares. Los medios se hicieron presencia en la vida cotidiana. La sociedad vive en estado de televisión.

Aristóteles, aquél filósofo adelantado a su época, definió el estudio de la (comunicación) retórica como la búsqueda de “todos los medios de persuasión que tenemos a nuestro alcance”. Dejó muy claramente asentado que la meta principal de la comunicación es la persuasión, es decir, el intento que hace el orador para llevar a los demás a tener su mismo punto de vista. Siguiendo la misma línea de pensamiento, podemos afirmar que nos comunicamos para influir y para afectar intencionalmente. Cuando analizamos la comunicación lo primero que debemos preguntarnos es cuál es el fin que se persigue y qué resultado espera el emisor  al transmitir su mensaje. ¿Qué es lo que está tratando de lograr en lo que respecta a influir sobre el medio circundante? ¿Qué es lo que desea que la gente crea como resultado de su comunicación, y qué quiere que ésta sea capaz de decir o hacer? En términos lógicos, ¿cuál es la respuesta que está tratando de obtener?

Por eso la posesión de los medios de comunicación se ha convertido en una cuestión política: quien posee los medios tiene el poder. Y ese poder se ejerce en el tipo de mensaje que se transmite por los medios. Asistimos a una “fuerza de banalización” en palabras del sociólogo francés Pierre Bourdieu, una banalización que tiende a despolitizar y simplificar el mundo, no con el objetivo -al menos, no deliberado- de idiotizar a las masas, de manipular a los individuos para obligarlos a aceptar tales o cuales posiciones o ideologías, sino con el simple propósito que guía a todo negocio: vender más. Siguiendo al mismo autor, cuanto más amplio es el público que un medio de comunicación pretende alcanzar, más ha de limar asperezas, más ha de evitar todo lo que pueda dividir, excluir, más ha de intentar no “escandalizar a nadie”, no plantear jamás problemas o plantear problemas sin trascendencia. Es cierto que a veces los medios mienten, que omiten información o tergiversan en función de sus intereses o los de sus socios, auspiciantes y aliados. Pero quizás su mayor poder resida en las verdades no dichas, en los supuestos que subyacen al discurso televisivo, en todo lo que se da por sentado, que se sabe sin saber. Los medios le ofrecen a la audiencia un mapa para moverse en el mundo cotidiano, que indica cuáles son las zonas peligrosas y cuáles las confiables, quiénes son los amigos y quiénes los enemigos. Trazan, en la sociedad sus propias fronteras: los buenos y los malos, los delincuentes y la policía, lo lindo y lo feo, lo blanco y lo negro, la “gente” y los “otros”. Junto con este mapa, venden el mundo mismo. Así, la realidad de las audiencias siempre termina coincidiendo con el mapa que proporcionan los medios, porque mundo y medios son la misma cosa.

Atada al espejo del rating, la televisión no puede sino proponer una cultura de espejo, donde todos puedan reconocerse. Y este “todos”, es el sujeto televisivo: la televisión desea  la universalidad o la saturación de los espacios fragmentados.

Si vivimos de acuerdo a la imagen que nos devuelve el espejo de la televisión, seguramente nuestra imagen se deformará. Seguiremos los dictados de las publicidades y consumiremos cantidades industriales de cosas innecesarias.

La Palabra de Dios dice que estamos hechos a imagen y semejanza de Dios. No necesitamos ser guionados y clonados por los medios de comunicación. Somos importantes porque el Creador Supremo nos formó y eso debe bastarnos.

 

Señor, te pedimos que nos ayudes a tener un pensamiento crítico sobre aquello que escuchamos y/o vemos en los medios de comunicación. Ayudanos a no quedar atrapados en las redes mediáticas que solo pretenden convertirnos en títeres.

Vos nos hiciste libres para vivir sin ataduras ni veladuras que nos impidan ver limpiamente el mundo que nos rodea. Por eso te ponemos a vos como nuestro espejo.

                                                                                Amén

9 noviembre, 2015

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